sábado, 26 de mayo de 2012

Vacíos.

Los huecos de las paredes estaban tan bien tapados con pintura, que era difícil darse cuenta que los cimientos estaban todos picados. La habitación era mundo de fantasías, de imágenes, y como tal, mentirosas, confusas y ambiguas. Pero perdidos en el tiempo, era un espacio donde el amor no tenía fronteras, donde todo espacio no tenía límites, y donde las paredes parecían bellas, tan bellas como lo eran esas fantasías de palabras vacías que de vez en cuando se escuchaban. Esa habitación era la nuestra, la que habíamos construido con mucho esfuerzo, y para la cual había rendido mi vida, mi contrato, mi libertad, e incluso mi felicidad en pos de la tuya. Yo siempre muy vos, y vos muy de nadie. Incrédula yo, que me obnubilé con la idea de esa habitación. Pero así fue no más, que sin querer o aún queriendo, no supe ver los poros de esa pared, mal construida, mal levantada, y pintada tan pero tan bien, que mis ojos puestos en esa idea, fueron mucho más lejos de lo que mi conciencia quería. Estúpida yo, que creí, soñé, peleé, invertí, confié, creé, planeé, intenté, toleré, acepté, en fin, mucho futuro inservible. Mucho espacio quemado. El Hoy tuvo su final, era predecible, porque nunca hubo un para siempre. Y los extremos son malos, eso lo comprendí ahora. Ni muy muy, ni tan tan. Pero gracias a cómo soy, esta experiencia me regaló un baúl de riquezas, de interesantes planteos y enseñanzas. Hoy elijo empezar por los huecos, por los vacíos, por lo peor del otro. No se si es el mejor de los modos, pero por ahora es el que encontré para que las paredes de esa habitación que no me cansaré de construir hasta que salga bien, tengan cimientos fuertes, con mucho concreto y ceresita, con la cantidad precisa de arena y cal. La única manera de que alguna vez salga bien, es por ensayo y error; sino pruebo y no me arriesgo, no podré construir la habitación, más que para vivir mi ego y yo; Esta habitación a la cual yo llamo Amor.